La noche fue larga, llena de risas, música y miradas cómplices. Al terminar la fiesta, la invitación a tomar algo más en casa se volvió una excusa para quedarnos solos. Todo fluyó naturalmente: nos desvestimos entre besos, caricias y susurros. Lo que empezó como una noche divertida, terminó siendo una conexión intensa, placentera y completamente consensuada.