Una salida al cine con su mejor amiga parecía inofensiva… hasta que las luces se apagaron. En medio de susurros y risas, su mano buscó la mía y su aliento me rozó el cuello. Lo que pasó después fue una fantasía hecha realidad: caricias silenciosas, movimientos lentos y gemidos apenas contenidos mientras la película seguía. Nunca imaginé que la amiga tímida sería tan atrevida… pero esa noche, fue ella quien se robó el show.