Al principio parecía una cita casual, solo una comida entre conocidos. Pero todo cambió con cada mirada, cada roce de nuestras manos sobre la mesa. Él fue directo, con palabras suaves pero cargadas de intención. Después del postre, me invitó a su departamento y no pude decir que no. Me dejé llevar por el momento, las luces tenues, su actitud dominante pero atenta. Nos rendimos al deseo y la cena se convirtió en una noche llena de pasión, caricias, gemidos y conexión física total. Una cita que jamás olvidaré.