Todo comenzó como una simple noche de estudio… libros abiertos, apuntes por todos lados y la presión del examen encima. Pero entre risas, miradas y roces inocentes, la concentración se fue perdiendo. Lo que parecía una sesión académica se convirtió en una clase privada de placer, donde lo único que se memorizó… fue cada rincón del cuerpo del otro.