Acepté su invitación al cine sin imaginar que la oscuridad de la sala despertaría tantas ganas. Las manos empezaron a explorar lentamente, primero como un juego, luego como una necesidad. Disfrutamos la película… pero más aún de nuestro propio estreno privado. El calor de su cuerpo, sus gestos atrevidos y lo prohibido del lugar hicieron de esta salida una fantasía cumplida.